ni tampoco la peor.
Somos almas dentro de distintos cuerpos,
o mejor dicho, distintos personajes,
que conforman nuestra imagen y voz
en esta experiencia humana.
En algún punto de la eternidad, perdimos
la esencia de la luz divina,
que realmente somos.
Caímos en un abismo en el cual,
las emociones son cristales, que fácilmente
se quiebran con el deseo y las debilidades
humanas.
Atrapados en una cárcel de carne y huesos,
con la mente disuelta por la incertidumbre
de unos ojos sorprendidos por espejismos
de distintas realidades, que carecen
de la fuerza y consistencia que solidifica
la auténtica verdad, esa verdad que se halla
en la unidad de lo manifestado
y en lo invisible, pero esencial en el ánima
que conforma nuestro espíritu.
Escrito en Octubre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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