martes, 20 de octubre de 2020

El accidentado caos en que nos vemos abocados.

No me habléis del cielo, las flores que caen 
desde el ático, se marchitan al contacto 
con el frío suelo.
Los muertos no llevan guirnaldas,
porque no hacen juego con la blanca palidez
de sus huesos.


El agua que no fluye, se estanca y la muerte
acude rauda hacia quien se descuida,
haciendo un alto en el camino.
Aún no hemos contemplado todos
los horrores posibles, ni hemos saboreado 
toda la belleza que puedan soportar 
nuestros sentidos.


Respiramos en un inconsciente acto mecánico 
y la supervivencia es una asignatura obligada 
entre los márgenes que nos movemos.
Alguien te hablará de la dicha y se mezclará 
su miel, con la acritud de cualquier desgracia 
imprevista.


Hay trompetas que no suenan, o tal vez
no se escuchan, sin duda porque 
el Apocalipsis ha llegado, mientras 
ocupábamos en nuestras mentes
en otras cosas menos relevantes 
y nos distrajimos, mientras nuestros sentidos 
explotaban en un mar caótico de locura.

Escrito en Octubre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.






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