desde el ático, se marchitan al contacto
con el frío suelo.
Los muertos no llevan guirnaldas,
porque no hacen juego con la blanca palidez
de sus huesos.
El agua que no fluye, se estanca y la muerte
acude rauda hacia quien se descuida,
haciendo un alto en el camino.
Aún no hemos contemplado todos
los horrores posibles, ni hemos saboreado
toda la belleza que puedan soportar
nuestros sentidos.
Respiramos en un inconsciente acto mecánico
y la supervivencia es una asignatura obligada
entre los márgenes que nos movemos.
Alguien te hablará de la dicha y se mezclará
su miel, con la acritud de cualquier desgracia
imprevista.
Hay trompetas que no suenan, o tal vez
no se escuchan, sin duda porque
el Apocalipsis ha llegado, mientras
ocupábamos en nuestras mentes
en otras cosas menos relevantes
y nos distrajimos, mientras nuestros sentidos
explotaban en un mar caótico de locura.
Escrito en Octubre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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