Las gotas de lluvia repiquetean sobre la tierra,
como notas de un piano desafinado,
en una melodía inacabada.
Los luminosos rayos que descienden
desde las alturas, remarcan siniestramente
las sombras y afloran los temores.
Ninguno podemos contener
el prodigio de una tormenta y temerosos,
nos resguardamos en nuestras casas,
ante el fuego de leña, que crepita
emulando tempestades controladas
por las llamas, que devoran su cuerpo,
al tiempo que su espíritu se alza triunfante
en lenguas ígneas, que danzan en la oquedad
de la chimenea.
Afuera, el cielo ruge, tal vez los dioses
nos estén recordando que somos humanos
y nuestros temores son parte
de nuestras limitaciones.
Escrito en Octubre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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