hasta romper las cuerdas que sujetan
nuestros sonidos.
No hay eco que reproduzca nuestras quejas,
ni mantas de gruesa lana, para cobijar
nuestros credos.
Desgarremos la voz hasta morir,
hasta anegar en sangre nuestras gargantas.
Tal vez así, ante el espanto producido,
el mundo reaccione y vuelva a vibrar
después de un largo letargo.
No quiero mártires, sino personas convencidas
en esta recta prolongada, que anuncia
el final de la utopía y la consecución
de la lucha por un ideal colmado
de hermosos imposibles.
No existen los héroes,
sólo la decisión inequívoca
de una segura muerte y una remota posibilidad
de mejorar el mundo y lograr
que un minuto de gloria...
¡Sea eterno!.
Escrito en Octubre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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