sábado, 31 de octubre de 2020

El tibio rubor de atardecer.

La tarde cae desmayada sobre un lecho 
de montañas azules.
Hay un halo místico de luz, 
entre el rubor del sol y la negra pestaña 
de la noche, que va cerrando el párpado
al día.


Los sueños son ingrávidos, plumas aéreas 
o susurros a media voz.
Las madres amorosas, arrullan a sus hijos
entre sus brazos y los amantes 
apuran los últimos besos, al cobijo
de la penumbra.


Todo es calma, y la brisa recorre las calles,
que se van vaciando de un licor ambarino
de luz, que se esparce como agua derramada 
y se filtra entre los adoquines 
de las viejas callejuelas.


Se acomodan las almohadas y un fino
polvo de estrellas, desciende hasta los párpados, cerrando el día y abriendo el baúl 
que contiene los sueños más hermosos.

Escrito en Octubre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.




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