en el último arrebol,
el tibio rayo de sol
nos parece aún más bello.
La hora crepuscular
es un juego entre dos luces,
el día se cae de bruces,
la noche empieza a asomar.
Ese atardecer, al mar
le aporta en su colorido
un halago bendecido
que está dispuesto a abrazar.
Su manto azul, tiñe en grises,
al emular latitudes
en distintas magnitudes
de otros lejanos países.
Donde el sol, tímidamente
aparece biselado,
entre la niebla atrapado,
guardado celosamente.
Sol, como un relicario
que atesora en su interior,
todo el amor y el calor
que brinda en su itinerario.
Escrito en Febrero 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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