pues la vida siempre es perseverar
y se debe con premura atravesar
los más secos y áridos desiertos.
La vida es tiempo vano, por incierto,
raudo o tal vez, por siempre laso.
Nadie te abandonará si va a tu paso,
los vivos pisarán en tierra firme,
los muertos viajarán siempre conmigo,
su consejo es mi amparo y mi testigo
hasta que alguien decida que he de irme,
o acaso, en la luz de alborada,
escuche por fin su tenue voz,
me vaya de este mundo cruel y atroz
y responda fielmente a su llamada.
Camino de la mano fría e inerte
de esos, mis muertos tan queridos
y aún sin percibir esos latidos
poseen para mi todo el valor,
que aquellos que me hablan del fervor
desde sus cuerpos frágiles y heridos
y esperan el encuentro con la muerte.
Este es nuestro sendero despoblado,
sucio y por angosto, polvoriento,
y en este último arranque, en vano intento,
ellos aún permanecen a mi lado.
Aunque el tiempo es cruel y no perdona
a la vida desatenta y descuidada,
mis muertos tocarán fuerte su aldaba
mientras la vida ingrata me abandona.
La eternidad se abre y es la puerta
que deja todo anhelo en la conciencia,
clamor es de esta última experiencia,
cuando la carne duerme estando muerta.
Ignoráis que esta sórdida presencia
es más sólida y aún es más veraz,
que vuestro inútil e impávido disfraz,
disimulando a penas, nuestra ausencia.
Escrito en Febrero 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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