domingo, 4 de febrero de 2024

La eterna compañía de mis queridos ausentes.

Camino de la mano de mis muertos,
pues la vida siempre es perseverar
y se debe con premura atravesar 
los más secos y áridos  desiertos.


La vida es tiempo vano, por incierto,
raudo o tal vez, por siempre laso.
Nadie te abandonará si va a  tu paso,
los vivos pisarán en tierra firme,
los muertos viajarán siempre conmigo,
su consejo es mi amparo y mi testigo 
hasta que alguien decida que he de irme,
o acaso, en  la luz de alborada, 
escuche por fin su tenue voz,
me vaya de este mundo cruel y atroz
y responda fielmente a su llamada.


Camino de la mano fría e inerte
de esos, mis muertos tan queridos
y aún sin percibir esos latidos
poseen para mi todo el valor,
que aquellos que me hablan del fervor 
desde sus cuerpos frágiles y heridos
y esperan el encuentro con la muerte.


Este es nuestro sendero despoblado,
sucio y por angosto, polvoriento,
y en este último arranque, en vano intento,
ellos aún permanecen a mi lado.


Aunque el tiempo es cruel y no perdona 
a la vida desatenta y descuidada,
mis muertos tocarán fuerte su aldaba
mientras la vida ingrata me abandona.


La eternidad  se abre y es la puerta 
que deja todo anhelo en la conciencia,
clamor es de esta última experiencia,
cuando la carne duerme estando muerta.


Ignoráis que esta  sórdida presencia 
es más sólida y aún es más veraz,
que vuestro inútil e impávido disfraz, 
disimulando a penas, nuestra ausencia.

Escrito en Febrero 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.

© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.



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