o ese vacío que se torna herida,
aún sin cerrar, irremediablemente abierta
y expuesta al dolor, como única compañía.
Me duele pesadamente, presa de la insatisfacción,
cuando se derrumban las ilusiones,
como castillos de naipes.
Un dolor de viento gélido que se cala dentro,
dejando el hueso desnudo.
El frío en el alma, quema y la soledad
ante la desesperación es una isla
rodeada por los tiburones de la angustia.
Me duele la vida, porque el dolor
es el patrimonio de los vivos,
el placer, para los dioses
y el descanso para los muertos.
Me duele la vida y hasta el placer
en exceso es un dolor, delgada línea,
tan frágil, tan quebradiza,
que cuando uno pierde la orientación,
su brújula gira hacia ambos lados
y no sabe distinguir, donde comienza uno
y donde prosigue el otro.
La felicidad es entonces, una pausa
en el remanso de las aguas tranquilas
de la mente.
Entre un dolor que se aleja
y otro que está por llegar.
Escrito por Eduardo Luis Díaz Expósito. “zuhaitz"
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