lunes, 20 de julio de 2015

Ofrece para el bien tu mano

No sé porque, hay manos que ofrecen 
un caudal incesante de dones.
Son como el verbo que calma el viento 
y las hojas caídas o el ungüento suave,
que calma el ardor de la herida reciente.

Estrellas de cinco puntas o yemas de dedos,
prolongación del ser hacia otros cielos
u otras vidas que sanar.
Manos curtidas, austeras o rudas
en el trabajo, pero llenas de abundancia.

Entreveradas en venas o ríos de sangre fértil,
artesanas en el pan de cada día.
Manos hechas de voluntades y hierro,
sucias de labor y limpias de desánimo.

Hermanas de infortunios y solidarias,
prolongación del espíritu en el abrazo,
cercanas en el consuelo
y selladas en palmas vivas ,
compañeras de ojos cerrados
en la oración.

Herramientas del ser para construir monumentos,
levantando al ser humano en aras de la gloria,
o sombra letal que forja en las armas
el más cruel de los destinos.

A veces, negras manos de plumaje negro,
oscuras manos que tejen la muerte,
manos que esconden intenciones 
y lanzan maldiciones que huelen,
como una tristeza hundida en los corazones.

Manos al fin que expresan nuestra verdad,
nuestros anhelos, pequeñas o grandes,
pero incapaces de abarcar la dimensión 
de todos nuestros sueños.

Escrito en Julio 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz".






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