viernes, 10 de julio de 2015

Ocaso en un lecho de estrellas

Cae la tarde, apuñalada por el sol,
en un color enfurecido.
Cielo de sangre y fuego sobre sábana azul,
mueren las mezquindades del día,
entre dos luces, un breve encuentro
o un furtivo abrazo, para sumergirse en las aguas
u ocultarse en las laderas azuladas de las montañas.

Tiempo de reflexión y de calma,
recostado sobre un lecho de nubes
o pechos recientes, como corolas florecidas.

Labio sinuoso u horizonte, lengua viva
en la agónica luz o parpadeo,
coqueteo de los primeros guiños
de incipientes estrellas.

Tal vez, almas perdidas en el cielo,
buscando un amor que en vida
no encontraron, pues sus ojos
no llegaron a abrirse en su totalidad.
Ahora párpados entornados, cuando el día 
deja paso a los recuerdos que duermen
en la luz y como rapaces en vuelo
 emergen en las conciencias.

Cae la tarde, vencida por el peso
de todos los sucesos del día,
recostada, como un niño 
en el regazo de su madre.
Madre eterna, tierra o matriz,
donde todo tiene su lugar,
para su postrero nacimiento.

Escrito en Julio 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito. “zuhaitz"





No hay comentarios:

Publicar un comentario