que la pérdida de un ser querido,
a pesar de nuestra arrogancia
y la altivez, con que proclamamos
nuestra búsqueda de la soledad
y aislamiento.
Nos creemos libres e independientes,
pero no es del todo así.
Tenemos vínculos, cadenas invisibles
que nos sujetan, que nos unen y enlazan
a otros seres.
Todos navegamos en las mismas aguas,
por eso derramamos lágrimas,
se nos queda la sal en los ojos
y en las conciencias.
Hay un hueco vacío en todo ser humano,
que no conseguimos llenar,
perseguimos fama, posición social, gloria
y sigue ese espacio vacío,
cual carta o misiva sin remitente, ni dirección.
¿Acaso podemos negar nuestro origen
o nuestra naturaleza?.
Cuando comprendamos, que somos uvas
de un mismo racimo, entenderemos
que al lanzar un guijarro en un estanque,
el agua salpica a todo aquel que la contempla
y que todos somos observadores en la vida,
al tiempo que somos observados,
al vivir la nuestra.
Escrito en Julio 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito. “zuhaitz"
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