dejamos todo aquello
que nuestro egoísmo atesora,
cuando ya no nos satisface,
porque al obtenerlo
saciamos nuestra ansiedad.
La sed jamás se combate
con agua salada y quien frota una mancha,
no la quita, la agranda.
En los armarios vacíos del alma,
no caben los tesoros materiales,
las perchas se doblan,
grávidas y vertebralmente débiles.
Quien estornuda fuerte,
no es capaz de escuchar
el aleteo de las libélulas
y sus sueños son tan densos
que se confunden con la realidad.
Escrito en Julio 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito
.“zuhaitz".
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