como un viento huracanado.
por ignorar las tormentas,
que discurren entre la razón y la inconsciencia.
Se sufre innecesariamente, por la costumbre
de mirarnos al ombligo,
mientras la vida, pasa sin detenerse
por delante de nuestra ventana.
No pensamos en los demás
y presos de nuestro propio egoísmo,
nos hacemos daño, sin reparar en nuestros errores.
Que si el viento derriba un árbol
en la casa de enfrente, puede vencer
y caer en nuestro propio tejado.
Todos nacemos desnudos de razón y de experiencia
y si algo conseguimos es por la reflexión,
reconociendo que el hambre nos aprieta a todos
en el mismo lugar y a todos nos llegan las lágrimas,
tarde o temprano.
Todos estamos sujetos a la misma cuerda
y tenemos las mismas necesidades,
basta con mirarnos a los ojos,
sin el temor de sentirnos descubiertos.
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