para darme luego,
una caricia de fuego,
como ave fénix en vuelo.
Una mirada de amor
en el umbral de la noche,
con las estrellas por broche,
tus labios y su calor.
La calma de quién vigila
tus sueños, mientras durmiendo,
tu amor en mi va surgiendo,
y todo tu ser destila.
Dame tus sueños profundos,
a nadie jamás contados,
escritos en encerados
en otros perdidos mundos.
Dame por fin tu motivo
y la fé que te sustenta,
que nace, crece y aumenta
sin ser pretencioso, ni esquivo.
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