arraigando sus raíces,
porque somos aprendices,
nuestra cultura enriquece.
Somos el tronco leñoso,
que al árbol es fortaleza,
por bien puesta la cabeza
nuestro destino es añoso.
Las ramas son los anhelos,
los sueños inalcanzados
en el trabajo esforzado
para alcanzar nuestro cielo.
Hojas son la cobertura,
que se ha de tener, acaso,
para evitar el fracaso
en toda nuestra andadura.
Los frutos son resultado
de una constante labor,
en la que se puso amor
sobre el surco del arado.
Escrito en Noviembre 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz"
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