lunes, 7 de septiembre de 2015

Aunque la Luz hiere nuestros ojos

Un paréntesis, un bostezo, 
para cerrar los ojos en ese instante,
en que el oxígeno llene todos los espacios
de nuestro cerebro.

Centrar y orientar la brújula interna
y apagar la luz, cuando hemos consumido
un exceso de energía.
Entornar de nuevo los ojos, faro guía,
en busca del último paso con la huella marcada,
aún reciente.

No mirar atrás jamás y seguir hacia adelante,
sin temor al destino, los temores y las incertidumbres,
pueden dejarnos convertidos 
en estatuas de sal.

Cada cambio de ánimo o estado supone
un dolor que pasa  y da lugar a una alegría,
mutable, como una incomodidad del párpado,
por un exceso de claridad, cuando se ha vivido
en una cierta penumbra.

La visión se adecua a cada intensidad de luz,
pero cuesta habituar los ojos a las distintas intensidades.
Transcurrimos entre distintos cauces y claridades,
buscando una nueva luz que se acomode a nuestros ojos.

Escrito en Septiembre 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito. “zuhaitz".

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