y no se alarga en el tiempo,
de nuevo me encuentro con mi tristeza
y la liturgia del dolor, que produce
el vacío y la ausencia de la persona amada.
Cuando muere un amor, es peor
que la peor de las muertes.
Si fallece la persona amada,
sigue vivo su amor y permanece viva
en tu recuerdo, tu mente y tu corazón,
pero si muere su amor, mueres tú y muere esa persona
y lo peor es que no quedan lágrimas en tus ojos
y el corazón se seca y se hace duro,
aunque no llegue al odio.
Se rompe tu vida, tu corazón y tus esquemas
y nadie sabe ni cómo, ni cuando tendrá lugar
la resurrección.
No me habléis ahora de Dios, porque es Amor
y si el amor muere, le matamos en alguna forma
y traicionamos su voluntad.
Creo en Dios, creo en el Amor, a pesar de todas las traiciones
y todas mis muertes.
Escrito en Septiembre 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito. “zuhaitz".
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