y la brisa, confidente de avatares marinos.
Trae a los atentos oídos, la risa alocada
de las gaviotas y un barco pesquero
hace su entrada a puerto.
Las casas, blanqueadas y en su ornamento de madera
pintadas de azul.
Huele a mar y se respira la paz de la tarde,
en los largos paseos, algunas madres jóvenes
mecen a sus hijos en los cochecitos.
Está de cambio el tiempo y el viento riza la mar,
en espumas albinas y un gris triste y plomizo,
se apodera de los cielos, antes azules
e ingrávidos.
Escrito en Septiembre 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito. “zuhaitz”
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