el cielo precipita su celestial música
en repiqueteo de gotas sucedidas,
líneas infinitas de dedos prolongados
o copiosas lágrimas en redondo cáliz.
Sonido de acuosas semillas de vida,
calmando la sed y apaciguando
el espíritu inquieto, en el desasosiego
del inclemente calor y la calima en el mar.
Entonces, las nubes abren sus amantes pechos
y sacian a la tierra yerma, no sin antes
susurrar al oído el canto de las semillas brotando
o el silbar del viento en los cabellos blondos de la mies.
Padre cielo y madre tierra, una vez más
unidos en un beso húmedo y sincero,
porque el amor es agua y fluye en el cauce
de los ríos de la emoción.
Escrito en Septiembre 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz"
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