jueves, 10 de septiembre de 2015

El apeadero de la felicidad

Ante todo lo que se presenta
frente al balcón de mis ojos, 
primero retengo la imagen
y si se trata de una persona,
observó el movimiento de sus labios
y sus ojos.

A veces, sin decir nada,
 envían señales, cuando son barco a la deriva
y bien, por timidez u orgullo,
no quieren dejar ver
las heridas de su alma.

Sus gestos son como espejos
o claros receptores de lo que en su interior
se mueve.
En  ocasiones sus pupilas 
están tan dilatadas, que puedo ver
en su interior.

La pena es un pozo muy negro y profundo,
pero yo estuve allí y sé como caminar
a tientas, para salir con la resolución,
de quien ve al fondo un poco de luz.

Cuando el dolor hecha raíces y la pena
deja caer su pesada ancla,
quedamos inmovilizados
y por más que tiren de nosotros,
no nos pueden rescatar.
si en nuestra disposición,
no nos erguimos y aún, a duras penas,
intentamos salir.

La depresión es es abismo  del alma,
pero toda buena construcción,
se fundamenta en sólidos cimientos,
un buen encofrado de fé, amistad, confianza
y saber que lo más importante es tu persona.

Todo lo demás cambia, dependiendo
de la luz que reciba y como sepa
mirar esa luz, sin herir sus ojos.

Escrito en Septiembre 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“Zuhaitz".




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