viernes, 11 de septiembre de 2015

Espada de buena forja

Hay caballos fámelicos 
que pisotean el terreno
por donde camino,
mariposas vegetales,
que revolotean en el interior
de mi estómago y negros cuervos,
picoteando mi cerebro,
porque se nutren del desánimo
y el lastre que se acumula en mi mente,
cuando estoy deprimido.

Una rozadura sin sangre, pero profunda
y una estrella que hiere con sus puntas,
cuando intento a duras penas,
sacar brillo a mi opaca existencia.

Tengo sobre mi mano una espada,
forjada en el acero de mi espíritu
y he metido todas mis frustraciones 
en un preservativo, anudándolo después,
para evitar que vuelvan a perjudicarme.

Voy a tomar un té, pero esta vez, sin hielo,
para esa frialdad debo usar mi cabeza,
libre de coronas de halagos y repleta de zarzas,
que debo desenmarañar.

Cierro los ojos y sueño despierto ,
repitiendo las voces internas por tres veces.
De esta forma quedan inmortalizadas
y puedo usarlas, cuando rompa mi espada,
al liberarme en singular batalla,
de cada uno de los fantasmas,
que impiden que mi sueño sea tranquilo.

Escrito en Septiembre 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito. “zuhaitz"

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