el sol agoniza con una dulce muerte,
casi adormecido y un rubor macilento
va consumiendo la tarde.
Caen, como páginas amarillentas de un libro,
como un diario en sangre y oro, repujado
en verde fieltro o cuero en ocre o siena.
La luz de las velas y las sombras lejanas,
dan un toque mágico y misterioso
y un coro de almas errantes, parecen caminar
al paso del rastrojo seco y el viento que acusa
una pesadez de ropas grises sobre los cuerpos ateridos.
Hay una intención de lluvia o vívido lamento,
encerrado en el claustro del pecho,
como la carne de la nuez se oculta débil
en su dura cáscara.
Melancolía en el alma, el tiempo detiene su paso
y en las calles mojadas, los recuerdos buscan abrigo,
saliendo de los viejos álbumes de fotos.
el aire huele a rincones húmedos y castañas asadas,
es otoño y la lluvia empaña los cristales y los ojos
que retornan al pasado.
Escrito en Septiembre 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz".
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