un niño moreno sonríe
y al jugar, su cara brilla
entre traviesa y sencilla.
Lindos rizos en su cabeza
y a la sombra de un cerezo,
jugando cae, el muy travieso,
resbala con aspereza.
Levanta al fin su mirada,
lo contempla embelesado,
su altura, no la ha observado
y si, sus cerezas colgadas.
Quiere trepar a cogerlas,
asiendo el fruto deseado,
tanto y tanto ha resbalado,
que el árbol deja caerlas.
Muchos años han pasado
y aquel niño, ya ha crecido
en su recuerdo ha guardado,
aquel fruto tan querido.
Se ha unido a una compañera,
cinco frutos han nacido,
cinco rosas han crecido,
llenándole el alma entera.
Las rosas, ya se han casado
y su unión se ha bendecido,
los frutos que han florecido,
de orgullo les ha llenado.
El abuelo, de la mano
lleva a sus nietos, dichoso,
como en su niñez, jocoso,
frutos del árbol lejano.
Retrocede su mirada
hacia aquel fruto querido,
que en su niñez olvidada,
un día había tenido.
Escrito en Octubre 1965 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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