reflejo incendiado, portador de luz
y la vida latiendo a su alrededor,
dichosa es, de estar en su presencia.
Siluetas ingrávidas, sobre el suave tul,
se elevan al cielo. ( emplumada testuz ).
La atmósfera plena del trino cantor,
sonando en la tarde, como reverencia.
El cielo es teñido con las pinceladas
de las glorias aúreas, hebrias en su gozo.
Una brisa dulce, trae nuevos aromas
de lejanas tierras y de paraísos.
La marcha de las horas perpetuadas
en un tiempo absurdo, que cae en el pozo
de infinitos vértigos, y ahora te desplomas,
creando un vacío de largos incisos.
Mientras, una esfera de luz va flotando
y cae lentamente, rauda va a esconderse,
deja que su trono, la noche la ocupe,
con su gran alfombra, entre mil destellos.
Ahora es cuando el día, está pernoctando
y en la oscuridad, comienza a perderse,
sin otra inquietud que sienta o preocupe,
que el estar consciente en momentos tan bellos.
Escrito en Febrero 1982 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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