Un despertar con el sonido de un beso,
reciente y puro.
Sin ornatos, tal y como sale del crisol del alma.
Caminar entre el murmullo de la gente
y hallar en esa mezcolanza de voces…
un valle de silencio.
Y así, guardar en la redoma
de nuestro espíritu, ese instante voraz
e irrepetible, que hemos robado al tiempo.
Escrito en Diciembre 1999 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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