derramadas, aguerridas en el dolor,
en un ámbito de mudez interna,
sin una reciprocidad en la densa espera,
que cae saeteada por las horas.
Carne doliente y ámbar de cera o lágrima
amarilla, retina fósil, perdida en un horizonte,
que ignora el espacio entre una despedida
y un imposible retorno al punto de partida.
Todas las alegorías posibles, son invertebradas
y se deslizan desde su frágil concha,
hasta el anfiteatro, donde culmina
la última escena. Cae el telón
y entre bambalinas se mueve los guiones,
perpendicularmente ignorados por
los figurantes, que se vuelven a vestir
de color malva, simulando una tragedia
a punto de morder la tarima del escenario.
Apenas un sonido de mórbida campanilla,
silenciada con un paño enmohecido,
se puede apreciar desde el ático y el zureo
de la palomas ingrávidas, rompen los cristales
de las celosías.
Termina la función y se cierran las puertas.
Por cada una de las ventanas se escapan
las opiniones adversas, cortadas al sesgo
por los párpados, sumidos en una abstracción
absoluta. La crítica enmudece y todos esperan
el aplauso final, como un batir de alas,
ante una supuesta victoria o la sensación
de haber cumplido con creces, el propósito
en tan magna representación.
Todos los actores hacen “ mutis” por el foro.
Escrito en Septiembre 2023 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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