jueves, 22 de agosto de 2024

La médula ardiendo.

He celebrado el nacimiento de la claridad 
en mis ojos, pero su rayo incidente hiere
mis retinas.
¿Cómo ignorar la cortante caricia que hiende
mis carnes? 
Sí mi corazón se rebana en lonchas 
sobre una bandeja de plata y olvido.


¿Porqué la sangre que siente y palpita
en rojo cegador, a mis pulmones,
durante un hondo suspiro, en asmáticas 
neblinas se congestiona?


Quimeras de paja seca ardiendo, producen
la densidad del humo que ciega mis ojos.
La vida es un catarro mal curado, para aquel 
que estornuda sus escasos sueños
y siente la tristeza del gozo que huye.


Nunca sabrá porqué su amor es desventurado,
sobre un labio febril que besa imposibles.
Se me clava en el alma, las aristas 
de la estrella que está suspendida entre 
mis sueños.


Los muertos no padecen. ¿Aman, tal vez?
La eterna rima, el pareado: sentimiento
y sufrimiento.
Poeta, por el amor menospreciado,
errante sufridor de luna incierta y una nueva luz
con que embriagarse, para despertar 
a oscuras y buscar los espejos para
contemplar las lágrimas o cortarse las venas
con los asteriscos de las palabras.


Estático ante la quietud y mudez de tu figura.
Con esa sobriedad de enjuta faz estigmatizada 
y un crujido en el esófago del alma,
hasta sentir el dolor en la médula ardiendo.

Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.

© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.



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