martes, 13 de agosto de 2024

Una luz en medio de la oscuridad.

¡Cuántas veces pronuncié tu nombre,
buscando entre la pulpa amarillenta,
un pecho exhausto, en el cual reposar
mi cabeza!


Llamé a una puerta cerrada y ni siquiera 
descorrieron la mirilla, al menos 
por curiosidad.
No tengo abrelatas para una boca, 
que esconde en su interior la virtud y 
el pecado, el amor y el odio.


¡Cuántas veces traté de abrir las vísceras
para dejar penetrar la luz!
En el candil de unos ojos, brilla un fuego, 
alimentado de sus propios despojos
Y es tan débil el estertor de su llama,
que hasta los difuntos tropezaban a su paso.


De un labio incorrupto, nace un beso desprendido, 
salvo en los caracoles,
que dejan sus babas sobre la tierra,
pues su cuerpo carece de labio y se arrastra 
sobre sus huellas, sobre sus propias huellas.


Acaso el eco enmudeció en la voz que vagaba 
por el éter propagando una fe recién nacida.
Acaso el viento transmutó en polvo 
el barro seco, con el cual se trataba 
de moldear el hombre nuevo.


Siglos de espera ante la gestación de un ser,
que el mundo no ha parido todavía, ni lo parirá,
mientras su mente no abrigue una nueva 
esperanza.
Mientras nuestros hijos no vuelvan sus rostros 
y todos nos veamos cómo somos;
Hijos y hermanos de un mismo destino.

Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.

© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.





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