aves migratorias, a cuyo paso, se desprenden
algunas de las plumas de sus alas.
Constancias, reverberaciones de cascos
sobre las praderas.
El paso sinuoso y desmedido, jinetes
con penachos de apóstrofe, estigmas
y algunas piedras blanquecinas a orillas
de la calzada.
Caminos en ciernes que se ensanchan,
como una gran matriz, vomitando engendros
sin forma.
Aguas sin modelar, mármol frío entre los cuerpos ardientes,
relajados en la laxitud de las horas.
Ese golpe rítmico de instantes, que algún alguien bebió,
sin calmar su sed,
porque la sed de infinito muestra un camino
oscuro en medio de una luz imprecisa.
Tu alma es una bóveda más, entre las infinitas
bóvedas celestes y en la corcova del tiempo
no caben ni tus lutos, ni tus galas…
No hay ornamentos.
No hay respuesta ante la mudez de la espira
provocada, que se desenvuelve
como una boca, cuya avidez devora
los fragmentos de una vida.
Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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