jueves, 8 de agosto de 2024

Revolución sin revolución.

Arrabales de polvo se ciernen sobre las sendas 
de algún caminante, que olvidó sus pasos,
como una flor marchita en el estío.
Convocábamos a los arcos celestes 
y nuestras bocas de amplias bóvedas,
se alzaron sobre los capiteles de la voz.


Teníamos la inquietud del despertar 
ante un nuevo firmamento, más azul,
más extenso si cabe.
Royendo nuestras miserias y arañando 
con crudeza, aquello que nuestra juventud 
no podía aceptar.


La fe fue un cheque sin fondos, que cada cual 
debía rellenar con sus ideas y firmarlo
con sus obras.
Oteamos nuevas banderas sobre el horizonte,
que ondeaban como lenguas burlonas 
de una política en desuso.


Vimos la sangre, salpicando los muros 
que el hombre había construido y dejamos 
sobre la tierra, las espadas ya oxidadas,
para esgrimir la palabra.


Nos dimos cuenta de que el mundo 
tiñe la aurora con la sangre vertida 
y el progreso social, no es más 
que un mausoleo edificado con todos
los mártires de la historia.


Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.

© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.




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