consume al fin los espinos que, a las flores
reducen con sus garras opresoras,
en halos de crepúsculos y auroras
del alma nacen y arrebatan los amores.
Que nunca hallará un rey en sus honores,
alzando su espada vencedora,
siquiera entre los gritos y clamores,
que el pueblo les tributa a sus señores,
el néctar de su miel embriagadora.
El júbilo que, presto se derrama
y brilla de tus ojos, adorando
la imagen que recuerdas de tu dama,
no tiene otros fulgores que, la llama
de amor, que entre tu pecho está anidando.
El amor es un sueño despertando
y al pórtico del alma siempre llama,
al corazón lo inquieta, golpeando
un ritmo, porque en tí se va aumentando,
sí sientes cerca el cuerpo de quien se ama.
Como el fuego que entre llamas se levita
y en lenguas acaricia el firmamento,
así es el amor cuando crepita,
un Lázaro que, presto resucita
y acude a tu llamada y tu lamento.
Un soplo que, en tu oído es suave aliento
y al fondo de tu ser se precipita,
que ,a tu dolor lo calma con su ungüento
y a tu virtud la nutre de alimento,
creciendo entre los males que ésta evita.
Que nunca escuchará tu casto oído
tan dulce y lisonjera serenata,
ni al éter vibrará mejor sonido
que el labio que, de amor enfebrecido,
un estallido al beso le arrebata.
Por el amor se vive, muere y mata,
cuando se pierde el rumbo y el sentido
y es tan grande el poder que éste desata,
que no hay cabeza loca, ni sensata,
que, amando, la razón no haya perdido.
Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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