viernes, 30 de agosto de 2024

Parnaso Nocturno.

Soñé abismos inconclusos en el eco 
del silencio, mientras la noche reposaba 
en el lecho de los amantes, con la lámpara 
cegada de unos párpados entreabiertos.


Habitaba el viento en mis oídos, como pájaro 
invisible, cuyo aleteo cerraba las puertas 
a otros sonidos más bellos y sutiles.
La luz llegaba hasta mis ojos en espinas
circulares, hirientes, desfigurando la imagen 
de una mujer con pechos de granizo.


Sentí el ojo de su tempestad, moviéndose 
en vaivenes en torno a mi cabeza, excavando 
(Uña terrible) madrigueras  en mis huesos vacíos.



El azufre del azar sobre el tuétano y una gota 
de leche y miel sobre el labio abanderado.
El musgo cálido y húmedo entre las rodillas,
palpando un bulto, apenas imaginado,
donde las fantasías más morbosas se funden,
para dar paso a una procesión de nudos,
que atraviesan la garganta, impidiendo 
la proyección de mis brazos hacia el fondo 
decorado de tu figura.


A un paso, a tan sólo un paso, se hallaban
mis dedos de luciérnaga y quise posarlos
sobre tus cabellos, en medio de mi noche,
para llenar mis ojos de tí.
Siempre estabas muy lejos y yo me sentía
desmembrado en un último esfuerzo.


Mi rostro se crispaba, ahogado en la angustia 
y la tormenta pasó entre sombras, sin dejar 
huella.
Con el alba lloré despertar a una muerte 
vestida de luz y añoré el parnaso nocturno,
donde tú habitabas, derramando estrellas 
y sonrisas, cada noche precedida 
de tu ausencia.

Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.

© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.



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