Estoy anclado lejos, muy lejos,
en el celeste cuerpo, buscando el vuelo ágil
de las mariposas de la luz, con la locura
en los ojos y la inocencia en las manos.
Abierto de par en par, sin celosías, sin muros
sobre el pecho asombrado.
Desnudo vegetal y humano a veces,
pájaro del destino y rebelde torbellino
de ideas jugadas.
¡Qué gire el mundo solo!
Rey de las miserias, que busca
espuma de mar en una lata vacía de cerveza.
Astros de bolas de papel, cruzan con el viento
las ventanas y no arden con violencia,
porque contienen palabras de humo
y claridades de ojos tiernos.
Reverbera el estallido de un cañón
en las colinas, pero sus cumbres ignoran
su vómito de odio.
Sólo el vuelo del águila es presenciado
y esa paz infinita de alas, de dedos blancos
atmosféricos, sobre el verde tendido
y un azul evadido a las alturas.
¡Qué gire, si!
¡Qué ruede la mundana locura de blancos dientes!
¡Qué se abran pabellones, para llenarlos
de nuevas angustias!
Pero tú ¡Tú sígueme!
¡Sígueme con las palmas extendidas y los pies
danzando!
No temas, otra es mi locura. No dañará
tu frente pura. Ceñirá con flores tu cuerpo
desnudo y frío.
Buscaremos en ella un rincón para el humano
sin manchas.
Tan sólo el agua, para lavar nuestras manos.
Tan sólo luz, para lavar nuestras mentes.
Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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