ese hierro retorcido que moldea las ideas
a su capricho.
El borracho que permanece más tiempo
sobrio, se ríe de los que están peor que él
y el más cuerdo de los locos se ríe
del resto de los locos, porque posee la razón
y le añade unos gramos de locura.
La pista es soñar más que los cuerdos,
la pista para que los sueños, no consigan
atormentar nuestro cerebro.
El entorno no es siempre, lo que nos circunda
y domina, puedes elegir el círculo concéntrico,
en el cual te has de mover.
Así es, círculos concéntricos, donde la razón
gira y no consigue escapar, aunque la gente
vulgar lo ignore, porque están
tan acostumbrados a girar, que la quietud
los mataría.
¿Por qué no morir? Si la vida no es más que
un paréntesis, una frase o vida, que aparenta no huir y escapa como nube al viento, deshilachada en el firmamento.
¿Qué es entonces la vida? ¿Una dicha o
una condena?
Sí unimos las cadenas que nos sujetan,
encontraremos el motivo de nuestra esclavitud
y el final de nuestra libertad.
Somos libres, sí aún sabiendo que no lo somos en su totalidad, conocemos el peso
de nuestras cadenas y la longitud de los
vuelos cortos.
La libertad nace en el alma y vuela en el firmamento del amor, sólo mi cuerpo me limita,
pues es el eslabón que me une y sujeta
a la tierra, a la materia.
Me he de morir, como semilla sepultada
en la tierra, que desprendida, deja paso
a una nueva vida, a una nueva flor.
Mi libertad está en vosotros y está en mi,
sí no amara lo que en vosotros se perpetúa,
besaría al vacío y un amor vacío no es sino
la sal que agrieta los labios, de aquel
que busca en las aguas del mar, calmar
su insaciable sed.
Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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