Extiendo mis manos, acaricio el aire en rededor, palpando bultos sin forma,
ni nombre.
La sonrisa desgarradamente abierta,
es un tafetán sobre las múltiples heridas
que no se ven.
Las cicatrices se adhieren a la piel,
como tela de cebolla,
que aunque transparente, oculta
esa lágrima interior que se desprende.
Es aquí donde ceso un instante mi búsqueda,
descansando mi cabeza sobre los remos
varados de mis brazos.
Soñando esa lejanía de mares inconclusos,
que se alargan paralelamente a mis anhelos.
Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario