de un alma desaforada.
De un corazón que no quiso llorar,
por el temor de pecar,
de ser demasiado humano,
Ignorando de antemano
que cuando surge un envés,
todo el mundo, alguna vez,
seguramente lloramos.
Quedó seco, embrutecido
en su dureza exterior,
aunque en verdad, su interior
era el de un pájaro herido.
Por salvarse en la apariencia,
ante los ojos ajenos,
sumergiéndose en los cienos,
se le embarró su existencia.
Así son nuestras conciencias,
en la apariencia mostramos,
lo que no somos, y estamos
sumidos en la impotencia,
no sabiendo a dónde vamos.
Tanto cuidar la apariencia,
que hasta nos encadenamos
de una brutal penitencia,
haciendo alarde y presencia
en nuestras carnes mortales,
el peor de nuestros males.
Y sí por fuera, cantando
el alma parece estar,
en su interior, un pesar,
despacio la va minando.
Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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