de blanco álamo.
Los pájaros anidan en la frondosidad
de tus cabellos y un místico son, asciende
desde tus plantas a tu cintura.
Intento remar a duras penas, pues mis labios
son esquifes sobre las ondas que en tu cuerpo
se producen.
Alas batientes, como pestañas durante
un parpadeo, dejan entrever la claridad
de unos ojos que rebosan miel.
En ellos veo el carbón encendido
de mis anhelos, que gimen
como gatos nocturnos en celo.
Me hiere la seda que te cubre y quiero sentir
tu desnudez de pálpitos, como saetas
de un reloj, golpeando mis sienes.
El frío perpetuo del mármol en tus labios,
se deshace y tu lengua abre un paréntesis
a la provocación inusitada de un placer
jamás sentido, tal vez soñado o imaginado.
Mis sentidos son hormigas que portan azúcar
y recorren vertebrados caminos,
dejando un rastro de hojas o palmas,
sobre las dunas que el viento espolvorea,
en susurros de cálido aliento.
Ojos de fuego, que os prendéis en la noche,
como camafeos sobre el pecho adorado.
La palidez de la luna se muestra ingrávida,
sobre un cielo de espejos y azogue herido,
que se adosa sobre tu frente triste.
Resurrección marmórea de espumas,
que una mano arrebató a la vastedad
del horizonte.
El sol abrazó a la mar y dejó su rastro
de caracol vencido, en un estandarte
de olvidada saliva sobre un empañado cristal.
Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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