un párpado pliega las negras pestañas
sobre el dintel de un ojo abatido.
Una vorágine de llamas humea
sobre la cabeza que medita la última sílaba
de una palabra.
No quiero pronunciar su nombre en vano,
no son suficientes los labios, ni las manos.
Mi boca se llena de sonidos que huyen,
cobardes sin cuerpo, escondidos entre
los dientes y una lengua balbuceante.
Dos pliegues sobre un mármol que se resiste
a ser vencido.
Bajo una túnica esclerótica, el absurdo
toma forma de avispa y aguijonea
el cráneo fosfórico, para completar la ignición,
reduciendo a cenizas la razón.
Mecedoras con brazos de cadenas, rodean
las sienes del anacoreta y una burbuja ocular,
escapa como fresco manantial
por la rugosidad ceñuda de su frente.
Soy yo, ensimismado en mi pesadumbre,
hasta que tu imagen viene a mí.
Tréboles, anémonas y salamandras,
forman un trígono.
Tus ojos de miel siguen brillando en celestes
esmeraldas.
Sobre el plano horizontal, mis párpados
se cierran y se entornan para ti en el mágico
velo de mis sueños, durante tu ausencia.
Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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