sí mi boca está sedienta de ti?
Abrazo un imposible, pero soy feliz,
la distancia no importa.
Mi amor es arco, que siempre puede
ser tensado un poco más.
No me colman ni el sexo, ni la palabra,
sino esa caricia, que como el viento
rodea mi cuerpo, rendido a la ternura
de una mirada que derrama miel
y a unos brazos que moldean mi cariño.
¿Cómo frenar ese síndrome de ausencias,
que hace de nosotros, dos extraños
que se aman?
Sí, tal vez sea el dolor quien aumente
los deseos y cuánto más te pronuncio,
más noto esa fuga, que de mis labios escapa
y se prende sobre tu pecho.
Dos hogueras que se consumen, sin llegar
a conocer el origen de las llamas.
Dos vertientes, dos cauces que quieren
fluir a un mismo tiempo.
El mar no ha llegado hasta el remanso,
o tal vez nosotros no hemos llegado aún
a dicho remanso.
Debemos estar locos, nuestro mundo
es una quimera, una leve espuma, por encima
de la línea de flotación de la realidad.
¿Emergemos o nos hundimos?
¡Ah! ¿Quién sabe qué es amar?
Somos náufragos en una playa limítrofe
con el cielo.
No alcanzamos el horizonte, porque
nuestros sueños nos pesan
sobre los párpados.
Quien conceda un ápice de luz a la esperanza,
encontrará su propio resplandor.
Confía, cercano está el amanecer.
Nuestros cuerpos desnudos, brillarán
al despuntar el alba.
Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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