martes, 6 de agosto de 2024

La espada horizontal de una sonrisa.

Quien alza su mirada, rompe un espejo,
pues su alma tiene la capacidad de traspasar 
esa frontera de vidrios opacos, que unos ojos 
sin reflejos, acrisolan en la entraña.


Navega sin temor sobre las ascuas, porque 
el rojo que se desprende no es fuego abrasador, 
es la sangre.
La sangre toda que palpita sobre los ríos 
de la razón y el sentimiento, en cuyo cauce 
el corazón se desliza con las velas hinchadas.


Oxígeno vital que, en un suspiro, el aura
de un rubor iridiscente, se eleva en un destello 
derramado.
Quien mienta a su sombra, ha de hallar la luz,
pues no quedarán penumbras, ni oquedades
que no se puedan cubrir de claridades.


Cuanto más bebido es el gozo, más crecerá 
la luz, allá en el pozo.
Distante es el sendero, recamado de tristezas
y recuerdos olvidados.
Saetas quebradas por el viento, dolores 
como los granos del trigo, que supimos 
vencerlos con bravura.


El agua de una lágrima vertida y una amplia 
sonrisa, como levadura.
Así crecen los hombres y los hechos,
esgrimiendo la espada horizontal 
de una sonrisa.
Sin prisa.
Olvidando su dolor, allá en los trechos.


Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.

© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.




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