domingo, 25 de agosto de 2024

Sueño de Amor presentido.

Al borde del labio trémulo, vibrante de hojas
carmesíes, acude el beso en un rumor ciego 
de sonido apenas percibido.
La caricia es esa larga sombra que, 
como bruma se extiende sobre las laderas 
de tu cuerpo y sólo la luz de tus ojos ilumina 
la penumbra de la noche.


Golondrinas vivarachas, tus párpados 
se cierran ante el dulce sueño presentido 
y la piel se funde en espumas, al roce
de tus cabellos.
Se ciñe al alabastro de tu cuerpo, el céfiro 
notorio de un suspiro, dando a mi adorada,
la imagen de una diosa desterrada, hecha 
mortalmente mujer, divinamente amorosa.


Posee un cáliz desbordado, cuyo brocal 
hecho labios, contiene la dulzura del licor,
que maduraba en sus entrañas.
Su amor me rebasa y la empapa como 
fina lluvia y en divinas gotas se dispersa 
sobre el rubor de sus mejillas, tornándose 
iridiscente y embriagando el firmamento.


Dos estrellas coronan su cándida frente 
y un áureo laurel rodea sus sedosos cabellos.
¿Cómo expresar el eclipse de mis ojos,
ante la conjunción de astros, que derraman 
su luz sobre el planeta deshabitado 
de mi cuerpo?
¿O ese sentirse inmortal, burlando 
la dimensión del tiempo 
durante nuestro encuentro?


¿No será que, el amor, perpetúa así 
la existencia, borrando las sombras 
de la muerte?
¿No será que, tal profundidad, traspasa 
todo límite y barrera?
Acaso el mortal humano, emule el destino 
de los dioses, cuando ama y burla todo temor,
todo dolor y toda suerte.
Tal vez, porque la suerte esté echada 
o porque hemos elegido el mejor camino 
y seguimos el sendero abierto hacia la eternidad, en completa armonía 
con el universo. 

Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.

© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.




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