de tus labios. Un impulso, un estertor de mimbres apilados.
Una leve caricia sobre la piel tendida
y un parpadeo de luz sobre unos ojos
que sueñan profundidades de cielo
y abismos deslizándose por el acantilado
de un cuerpo entregado a las mareas inermes
de un beso.
Estallidos a flor de piel y una boca pronunciando silencios
con zumo de linfa.
La sangre toda al extremo de los miembros
y un hálito que se confunde con el jadeo
de un crepúsculo declinado.
Sombras, siluetas enlazadas en la densa bruma, celeste ámbito, donde el encuentro
de unos poros ajenos, provocarán la succión
de unas cavidades hacia remotas pulpas,
cuyo ámbar se derrama sobre el cáliz
de nuestras bocas al besarnos.
El espacio reducido entre dos pieles,
los dedos dibujando estelas sobre el molde
aún reciente de un amor recién nacido.
No preguntes porqué, la respuesta está
entronizada en mis pupilas y sólo la hallarás
en la convergencia de nuestras miradas.
¿Me amas? ¿Cuánto?
No sé, un sentimiento definido no es
una etiqueta que tratamos de adherir
al firmamento y sólo los hechos se definen
por sí solos.
Cuando amamos…sobran las palabras.
Escrito en 1985 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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