en el cálido aliento de un estío soñado,
el cristal de las libélulas, baten el aire
que se gira en escarceos coquetos,
con la hierba ligeramente sensual
y verde de fresca constancia.
Un decidido limón se torna naranja
en el abrazo del sol y las nubes,
coronan las cimas de blancos penachos.
Agua en áspid de plata y reflejos de oro,
Ese tropezar en sólida piedra y abrir
nuevos caminos, persiguiendo los pasos
que nadie supo enmendar.
Susurros de lejanías e incontables vidas,
en los recodos de los caminos, quedan
las huellas incorpóreas de un pasado reposo,
vespertino y sombrío, cuando la tarde,
se hace una promesa de rutilantes estrellas
en el cerrado párpado de una noche exhausta,
cansada y cegada de tanto sol.
Escrito en Abril 2016 por Eduardo Luis Díaz Expósito."Zuhaitz"
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