atrevimiento de esconder
la palabra no pronunciada,
guardarla en la cavidad más remota
de nuestro pensamiento.
El silencio, obliga a la reflexión,
a buscar, ante la mudez,
el significado del gesto que se define
en el rostro.
A leer en la mirada, un caudal de emociones,
que tratamos de ocultar,
bajo una máscara de piedra fingida.
El silencio, soliloquio con un dios,
que permanece en nuestro interior,
para no ser negado, ni molestado
con absurdas plegarias.
Silencio para cerrar los labios
y abrir los oídos, descerrajar
el interior de la conciencia
y escuchar la voz interna de nuestra alma,
que clama por salir y contarnos,
lo que con el estruendo de la voz,
no alcanzamos a oír.
Escrito en Abril 2016 por Eduardo Luis Díaz Expósito."Zuhaitz".
No hay comentarios:
Publicar un comentario