contra los cristales reflejos,
de una luz cautiva, que escapa
formando un arco-iris.
La luz es un apóstrofe que corona
cada gota de agua o vidrio,
en blanda lágrima,
sin cavidad alguna que contenga,
el derramado llanto de la naturaleza.
Luz y agua, en abanico de color
o un bastón de transparencias,
formando una perpetua cascada,
recuerdo de la solidez del hielo,
cuando el frío endurece su frágil cuerpo.
Luz filtrada desde la oscuridad,
a través de una rendija, dando cuerpo y forma
a las motas de polvo, que inertes
flotan en una estancia de aire retenido,
entre hojas de libros, rotas y quebradas
y viejos vestidos, fuera del arcón,
con olor a naftalina.
Agua con olor a fiesta, a besos de madre
y salidas de domingo.
Agua de colonia, fresca como hierba recién cortada,
agua de cara lavada y brillos de rubor en las mejillas,
agua y luz en la mirada, emocionada y presente
en esa sorpresa, que inesperada,
nos roba la redondez de una lágrima
y un suspiro, tras el cual se dibuja una sonrisa.
Escrito en Marzo 2016 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz"
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