como pasan las hojas que arrastra
el viento.
Los recuerdos son piedras,
que a veces arrastramos pesadamente,
o pan tierno y reciente,
con la calidez de un beso,
coronando la frente.
No quiero volver la vista atrás, no debo.
Las saetas del reloj marcan el camino
y nada se detiene.
En la negrura de un pozo quedó
el alma detenida y los pies,
se hundían en el fango
por el peso del dolor.
Daré muerte a la muerte,
esa muerte absurda que nace del odio
y las insatisfacciones.
Que nace de la mentira y el interés propio, con el gas letal de una indiferencia,
hacia el mal que se genera.
Ningún dios es vencido por las tormentas, ni ningún ser humano
nace sin gritarle a la vida.
Vivir duele, pero la herida se tapa
con la misma mano que ofrecía
amor, en una hogaza entera
y repartía sin caer en cuenta,
que se quedaba sin su parte.
Hay manos que dan y otras que imploran ayuda,
para negar luego su apoyo, mordiendo la mano
que lo alimenta.
Pero hay una luz de justicia,
en un ojo eterno.
Pasan los días y el viento
detendrá su paso, mostrando el surco
que dejemos en la vida
con nuestras acciones.
Escrito en Marzo 2016 por Eduardo Luis Díaz Exposito."Zuhaitz".
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