jueves, 26 de noviembre de 2020

Alguien siempre escucha.

Canto sobre los rostros de los que aún 
no han nacido.
Sobre las estatuas que muestran su ingravidez 
desde su pedestal, aún siendo alma de piedra.


Canto con la voz desgarrada en el verso,
que se clava como puñal, en las ausencias 
y en las muertes sorprendidas.
He querido volcar sobre el viento,
la cenizas  de cuánto fuimos, porque jamás 
volveremos a ser los mismos.


Canto a la luna de los amantes 
y al sol de atardecer que anuncia las despedidas y las acompaña,
creando esa necesidad de pisar el tiempo, 
para dejar una huella indeleble.


Cepillo la ropa, para eliminar la tristeza 
y averiguo que nada es tan cierto, 
como las dudas que guardamos bajo llave,
para aparentar una seguridad, preñada
en recientes incertidumbres.


Canto con la firmeza de los quince años
y la madurez de los cuarenta y aún,
en la edad que tengo, atesoro la voz
para pronunciarme, a pesar de los oídos 
graves y desatentos, debido a la reverberación 
que producen las preguntas de quienes 
al fin me han escuchado.

Escrito en Noviembre 2020 por Eduardo Luis 
Díaz Expósito.”zuhaitz”.




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