jueves, 12 de noviembre de 2020

Que la luz nos ilumine, sin cegarnos.

Mira quebrarse la luz ante una pantalla 
de niebla, creando gigantes oscuros y desdibujados.
Nada es tan fuerte como su ingrávida imagen 
y sin embargo, la rama parece quebrarse, 
al estar parcialmente sumergida en las aguas 
de un río, por la refracción de la luz.


Si, así es, la luz de nuevo como protagonista,
ante un escenario de vida, que impregna 
nuestras retinas.
Vibrando pura, en un perfecto acorde de color,
entre las gotas de lluvia y mostrando 
un arco maravilloso, desde el cielo 
hasta la tierra.


Tanto la bondad, como la maldad, tienen 
su propia vibración cromática y al igual 
que las emociones  fluctúan o parpadean,
como lo hacen nuestras indecisiones,
antes de arrojar la luz del entendimiento,
sobre un proyecto a realizar.


Luz para crear, para gozar de su claridad 
y desvelarnos lo que se oculta 
a nuestros ojos.
Luz para inundar nuestras vidas 
con la justa intensidad 
 que evite provocar ceguera 
y nos condene a volver
al mundo de las sombras 
y la absoluta oscuridad.

Escrito en Noviembre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.





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