de niebla, creando gigantes oscuros y desdibujados.
Nada es tan fuerte como su ingrávida imagen
y sin embargo, la rama parece quebrarse,
al estar parcialmente sumergida en las aguas
de un río, por la refracción de la luz.
Si, así es, la luz de nuevo como protagonista,
ante un escenario de vida, que impregna
nuestras retinas.
Vibrando pura, en un perfecto acorde de color,
entre las gotas de lluvia y mostrando
un arco maravilloso, desde el cielo
hasta la tierra.
Tanto la bondad, como la maldad, tienen
su propia vibración cromática y al igual
que las emociones fluctúan o parpadean,
como lo hacen nuestras indecisiones,
antes de arrojar la luz del entendimiento,
sobre un proyecto a realizar.
Luz para crear, para gozar de su claridad
y desvelarnos lo que se oculta
a nuestros ojos.
Luz para inundar nuestras vidas
con la justa intensidad
que evite provocar ceguera
y nos condene a volver
al mundo de las sombras
y la absoluta oscuridad.
Escrito en Noviembre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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