de finos hilos de plata y muestra una luz
que agoniza, vela de blanca lágrima,
que busca la redondez del ánima,
para no perderse en el lago de los espejos.
Espejos rotos sobre un firmamento
de oscura pulpa y metales furiosos,
que parpadean.
Agónica voz de silencios y párpados sellados
con el lacre de la sangre,
tan pura como incierta,
sobre un edredón vacío de plumas y anhelos.
Tan sólo el cielo y ese contemplar,
cómo el ojo explota en divagaciones,
al recorrer un cuerpo, carente de resplandor,
escondido, pero con el atrevimiento
de enredarse en penumbras suaves
y hoscos linderos, que dificultan el paso
a todas las fantasías posibles.
Creación toda, en el ápice de la llama
que se agota y lentamente...
fulge en la lejanía, hasta apagar el estertor
cautivo en mis pupilas.
Escrito en Noviembre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario