gravitan las horas sobre la calma
y la inquietud. Sobre el ácimo cielo en gris
o la diáfana pupila, en la que el sol
reina y somete a su ardoroso beso,
a la rugosa piel de una tierra árida.
La inercia del día, porta un arco,
desde el que dispara sobre los seres,
que errantes caminan, sin embargo,
el tiempo alcanza siempre sus metas
y no detiene su persecución,
hasta que se hace evidente, que cuando
cesa en nuestras memorias, así mimo
cesa en nuestras vidas.
Amasamos vida constantemente,
para que no pierda su forma
y compartimos algunos momentos,
que se desmigan y se pierden,
cuando por nuestra celeridad, dejamos
parte de esa masa de tiempo,
que compone nuestra existencia.
Con la misma levedad que nos limita,
concluye todo acto que vaga sobre
nuestro escenario, en el que actúan
cuerpo y espíritu.
Al final se agotan todos los tránsitos posibles
y en el camino, nos parece estar de nuevo
en el punto de partida.
Escrito en Noviembre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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